Aún recuerdo cuando empezaba a comprar mi ropa interior de mujer. Siendo hombre y tan joven, con apenas 14 años, lo más fácil para mi era entrar al supermercado, perderme por los pasillos y casualmente toparme con la sección de lencería. No voy a mentir, muchas veces me sentí nervioso e inseguro, sin embargo, iba en horarios de poca concurrencia, para que no me vieran como elijo las panties. Esa mezcla de sensaciones, entre pena, nerviosismo, excitación hacia que no eligiera bien las prendas, a veces muy chicas, otras muy grandes, estilos que no me gustaban etc. Poco a poco fuí perdiendo el miedo y pena, la práctica hace al maestro.
Entrar a una tienda/boutique donde solo venden ropa íntima femenina es, por decir, el siguiente nivel. Aquellos sentimientos que mencioné en el párrafo anterior se triplican, y no es por menos, solo nosotros sabemos para que fin las queremos. Del otro lado del mostrador, siempre van a encontrar a una vendedora que solo ve un posible cliente nada más. Entre prejuicios y la costumbre, siempre suponen que es para nuestra novia o esposa. Posteriormente nos preguntan cosas como: ¿ qué prendas le gustan? ¿ cómo es ella? entre otras. Tip. Habla de "ella" refiriéndote a ti, nunca van a sospechar, a menos que ese sea tu objetivo.
Las primeras boutiques las empecé a frecuentar con apenas 16 años. Recuerdo que eran de las Marcas Marel, Vandiora, Lovable, Vicky Form, Tania, Angela, Ilusión. Entre tantas opciones y poco dinero, me fui haciendo de mi guardarropa muy lentamente. Todavía tengo algunas prendas con más de 15 años de antigüedad.
En mis primeras visitas, las chicas o señoras se me quedaban viendo con mucha incredulidad, no era lo "normal". Llegaba a los mostradores y lo primero que pedía era ver los catálogos. Seleccionaba algunas prendas y después me las mostraban. La situación se ponía más rara porque tardaba mucho en decidir, todavía no sabía bien mi talla y si me iba a quedar o no. Había veces que ya tenía varias pantys o tangas en el mostrador sin poder decidirme. Era todo un espectáculo en esas ocasiones. Ahora ya entro con totalidad normalidad y sobre todo seguridad, a veces les digo que son para mi, otras simplemente compro y me voy, depende mucho de la marca, la gente que te atiende, lo modelos que te sugieren.
Si no has entrado y quieres hacerlo, intenta que sea de la manera más tranquila y natural posible, déjate guiar por lo que buscas, explora lo que te sugieren, inspecciona toda la tienda, pero sobre todo disfruta esos pequeños momentos de felicidad que a nosotros lo hombres que usamos ropa interior de mujer y lencería amamos.
Así mismo me pasaba en mis tiempos de comiendo, la pena y el temor, recorría mostradores a mostradores, con pena a qué me me preguntaran o solo pensaran que eran para mí pero al final de tanto caminar con tremenda pena me los compraba, ya con el tiempo perdía la pena, que tiempos aquellos, en mis comienzos, los estraños.
ResponderEliminarCreo que si un día, yo, dejo de sentir pena al ir a comprar lencería dejará de ser una experiencia agradable.
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